Tras las incesantes
recomendaciones de un experto profesor de Cultura y Arte, me aventuré a
explorar el interior de un grande como Vargas Llosa con el objetivo de intentar
comprender mejor qué se esconde tras el espectáculo y los medios de
comunicación. El inconformismo frente a la cultura de hoy plasmado en ‘La
civilización del espectáculo’, a la que denomina como una cultura de solo
espectáculo y escasa de valores en extractos así:
“(…) un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo
ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la
pasión universal”.
Y cuán razón vi en esas
palabras…
A jóvenes como yo que aspiramos a
un periodismo digno, culto y (a ser posible) nuestro, nos hace recapacitar
sobre qué es lo que está pasando verdaderamente con esta sociedad. Una sociedad
que goza de multitud de avances tecnológicos en lo que a niños y adolescente se
refiere y tiene un grandísimo atraso cultural en lo que a gente adulta se
refiere. ¿Es esto culpa de la gran oferta cultural a la que se enfrentan que
acaban por escoger malamente?
Yo miro a mi alrededor y caído
como una manzana del árbol por la gravedad, pero no por la gravedad de la
Tierra, sino por la gravedad que supone tener una sociedad avejentada ya no
solo físicamente sino culturalmente.
Provengo de un sitio sedentario en
lo que a aprendizaje en época de Franco se refiere, donde la carencia de
recursos y la obligación por subsistir y salir a adelante fueron la primera
opción de niños que desde los ocho años se vieron obligados a trabajar de sol a
sol para poder llegar a algún sitio, un sitio mejor esperaban. Y hoy, esos
niños, ahora son mayores jubilados que por primera opción escogen una tarde de
camilla, brasero y ‘Sálvame’, y es ahí donde a personas como yo, que disfrutan
la literatura como lo que más, nos entristece la decadencia intelectual que
arrastran por elecciones así.
Pero Vargas Llosa va mucho más
allá en este magnífico libro. La vanidad y la frivolidad son características
que el autor atribuye a la civilización del espectáculo a lo largo del libro.
Su ataque directo y aplastante hacia la religión y hacia los creyentes, me hace
pensar que su posición atea es más fuerte según leo que si me lo argumentaran
con palabras que podrían escapar a mi posterior análisis. Y es que, de esta
manera, vuelves a leerlas y releerlas incrédula por su afanosa perspectiva,
como se puede apreciar aquí:
“La fuerza de la religión es tanto mayor cuanto más grande sea la
ignorancia de una comunidad”.
Tras esto, no puedo evitar volver
a ejemplificar la época de Franco con la creencia posicionista religiosa de las
generaciones que vinieron después de tal autoritarismo franquista. Todas las
personas mayores, hoy en día, ven como algo inconcebible el hecho de que alto
porcentaje de la juventud (en el 2013) no crea en un ‘algo’ superior que
siempre está ahí velando por nosotros, al menos no el porcentaje que sí que
creía en ello en su época.
Vargas Llosa no se queda atrás
con la anterior cita y afirma en otra que la religión es la única que controla
la conducta humana:
“si hay algo que todavía puede llamarse moral, un cuerpo de normas de
conducta que propicien el bien, la coexistencia en la diversidad, la
generosidad, el altruismo, la compasión, el respeto al prójimo, y rechacen la
violencia, el abuso, el robo, la explotación… es la religión, la ley divina y
no las leyes humanas”.
Aquí, entro en una desconcertante
discrepancia con el autor, ya que mi opinión se acerca más a la postura
individual de cada persona y a la libertad con que cada uno actuamos. Podemos
creer o no creer, podemos actuar o no actuar de acuerdo a las escrituras
y/mandamientos que figuren como leyes universales en la actuación humana, para
lograr alcanzar el paraíso tras haber completado una vida donde el respeto al
prójimo actúe como pilar fundamental de cada persona… O podemos no vivir así,
por convicción, por moralidad, o por miles de aspectos diferentes que influyan
en nuestra elección. El caso es que la elección depende de nosotros, no se
puede intentar convencer de lo contrario y menos cuando hablamos de sectores
amplios.
Y me remito a otra cita, que sí
es acertada en su totalidad y que Vargas Llosa contraargumenta y de manera
excepcional (y todo esto en las primeras páginas del libro):
“La ingenua idea de que a través de la educación, se puede transmitir
la cultura a la totalidad de la sociedad, está destruyendo la alta cultura”.
La típica idea que tenemos todos,
de que si llevamos a nuestros hijos a los mejores centros de los alrededores
obtendrán una mejor educación, una educación superior por encima de la normal…
O que nuestros mayores ya saben todo lo que deberían saber en la vida, y no por
eso tienen más derecho a seguir aprendiendo más de la vida, más de autores
excéntricos o no, que no pueden adentrarse en historias en primera, segunda o
tercera persona, o que no tienen derecho a contar, a escribir… Que su derecho
se podría basar solamente en una monotonía invernal, solitaria y triste como la
de ‘camilla, brasero y Sálvame’.
Vargas Llosa sí plantea el hecho
de que la educación bien guiada hacia la cultura, sería un excelente
instrumento para llenar los vacíos espirituales de nuestras gentes. Y yo, a
eso, he de sumarle la implicación de cada persona, las ganas de continuar
aprendiendo y de autosuperación que tengamos cada uno por bandera. Porque ya
sea con 15 o con 65, el aprendizaje tiene la misma pauta para ambos y la
cultura viene dada por ello.
‘La civilización del
espectáculo’, un libro que no deja indiferente a nadie y que te hace
reflexionar de ámbitos en la vida que no se conocen tan profundamente como
Vargas Llosa expone. Incita al lector a cuestionar el texto, a cuestionar al
propio autor, a indagar, a preocuparse, a alarmarse y a que reaccione por sí
mismo en cuanto a nuestra cultura se refiere, formando al lector como agente de
creación de cultura.
Magnífica obra, excelente
composición. Grandes palabras de un más grande autor como es Vargas Llosa.
Gracias por la recomendación, Pepe.